¿A qué hora sales por el pan? 😏🥐🍩
Hay acciones que sin darnos cuenta son hábitos que religiosamente se cumplen día a día, desde el cepillado de dientes hasta la hora de la novela. En mi caso, y casi como víctima de condicionamiento pavloviano, a las 06:30pm estoy alerta porque está próximo a escucharse uno de los sonidos clásicos y casi perdidos de la CDMX: la corneta anunciando el pan.

El pan es tan importante para la cultura mexicana que lo vemos presente tanto en lugares cotidianos como en lugares inesperados: desde explanadas o plazas principales de diferentes poblados como la Panadería El Resobado en Coatepec, Veracruz o el Pan de Pomuch a unas cuadras de un peculiar cementerio.
La técnica y combinación de ingredientes necesarios para realizar una pieza de pan como harina, huevo, levadura, entre otros, son la base de tan esponjoso manjar; sin embargo, el más importante es la creatividad y el ingenio que lo transforma en conceptos tan bizarros como una oreja, un beso o niño envuelto.
Para mí, una pieza de pan dulce es la representación física de la felicidad en diferentes formas y tamaños. Más que una simple bollería influenciada a ser dulce por herencia francesa, es un momento culinario que refleja tradición familiar; una costumbre cuyo pretexto va más allá de reunirse a la mesa para compartir o pelearse por la pieza de pan preferida, ya sea para desayuno, merienda o para acompañar un café durante una tarde lluviosa dentro de una casa histórica que alberga a Espressopolitan.
El rito de llegar a una bicicleta cuya canasta amplia en gama de opciones y posibilidades de sabores, rellenos y tamaños, será difícil de reemplazar con algún otro elemento de la gastronomía mexicana porque siempre hay una opción de pan para cada estado de ánimo o clima, desde una concha de vainilla para desayunar con la familia, una dona de chocolate para sentir un poco de culpa por la dieta o hasta una galleta de grageas para remontarme a mi niñez y revivir la alegría al ver que mi mamá me trajo mi pan dulce favorito.
